Cuaderno de viaje: Italia

Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor. El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos.

   ¿Qué queda de las alegrías y penas del amor cuando éste desaparece? Nada, o peor que nada; queda el recuerdo de un olvido. Y menos mal cuando no lo punza la sombra de aquellas espinas; de aquellas espinas, ya sabéis.

Luis Cernuda

La adivina no habló de ternura. Tampoco dijo cómo no vivir. Tendrás que ser paciente, dijo, sobre todo a las diez de la noche, cuando alguien puede llegar y hacer un censo de tu casa quieta, incluyendo tu habitación de escribir, tan brutalmente exigua de estudios corporales, tan sin pena ni diestra, mientras se pierden uno a uno tus rostros y vos te quedás famosa, pero down muy down. 

Maria Negroni

Justo cuando estaba a punto de empezar
a jugar con el fuego del mechero, apareces
y ya no recuerdo nada de lo que decías
mientras intentaba ocultar mi cara.
Solo quiero oírte suplicando las palabras
que apagaron el incendio,
que hicieron seguir mintiendo 
sobre historias raras de humo negro
y playas encantadas.
Que nunca pueda verlas estallar,
lo pido sin mentir a nadie más.

Ruidoblanco. Palabras que apagaron el incendio

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